City of no Sun

Cuando estaba en el colegio había una sala más peligrosa que las demás. Así de simple, existía una sala que estaba tatuada con preguntas centellantes que te dejaban en silencio. Era un aula de historia, en el último pabellón estudiantil, un aula que le pertenecía a un profesor extremadamente izquierdista y que con la amabilidad correspondiente nos torturaba haciéndonos leer cada pregunta al iniciar cada uno de los cuatro años académicos. De esta forma una de esas interrogantes continúa su hostigosa labor hasta el día de hoy.

¿A quien le puedo preguntar que vine hacer a este mundo?

Como aguijón de escorpión estos símbolos trasformados en letras me perturban hasta ahora. Es que uno piensa que al ingresar a la educación forma y universitaria las dudas desaparecerán y todo será como las praderas por donde corría Heidi. (Heidi la del cuento, la del pedro y el abuelito libidinoso. No la Heidi Klum y su “Project runway”)

Ya no estoy en tiempo de pensar en lo que quiero hacer cuando sea grande, por que aunque ud no lo crea ya soy grande. Ya siento la necesidad de construir algo, de pensar algo, de crear algo y de escapar. En relativo empezar a vivir la vida que alguna vez quise para mí.

Tengo tantas preguntas y ninguna cursi respuesta. Por eso digo que esta sigue siendo la City of no sun. Por que mientras este país despierta ante el poderío económico y la constitucionalidad democrática algunos, como yo, seguimos estando ahí. Marcando el pegajoso paso y quemando la escurridiza juventud que nunca volverá y que a los 40 años nos tendrá lamentándonos no haber hecho algo decente por todo esto. Lo único que se es que durante las horas del día mi angustia crece y no veo una salida aparente. Mientras mis amigos están en el fulgor de la primaveral lozanía yo sigo como un cactus en tierra de nadie.

Hace unos días estábamos en casa de lipstick boy, hablando de nuestras vidas, el, siouxsie girl y yo. En un momento, después de fumarnos el mejor caño de todos los tiempos, siouxsie girl se puso a llorar. Es que la vida para nadie parece ser gratis. La vida de los tres parecía ser lo más cercano a la miseria en esos momentos. Todo el mundo podría decir que nos quejamos de llenos por que no vivimos bajo un puente y no comemos rastrojos de lo que dejo algún hambriento comensal de un Mc Donald, pero pienso que somos lo más cercano que ha tenido este planeta a una generación perdida. Estamos ahí impávidos, sin haber sido marcados por ningún hecho histórico relevante. Pinochet ya no existía cuando nacimos, el muro ya se había caído y el país gozaba de las mejores tazas de crecimiento en su historia, chicos lindos nacidos y criados bajo el alero del neoliberalismo, la globalización y las libertades de las sociedades occidentales …de que quejarnos entonces?

Tengo ganas de irme, de vivir en el campo como me dijeron hace unos días. Estoy cansado y no se me nota. La ciudad pide a gritos una tregua, un respiro, un descanso de mí.