the gym and I

La historia iba a empezar terrible. Yo lo sabia, pero lo que fue renuente un par de meses, con la llegada de enero se hizo realidad.

Me matricule en un gimnasio!

Si, lo sé, cuando lo dije por primera vez también escuche un gran “chan” en mi cabeza. Pero así es la vida. Después de sobrevivir a la extraña metáfora del cáncer que me tuvo dos semanas atado a mi cama, sin poder ni respirar con tranquilidad, decidí que esto tenía que cambiar. Y así como Amy winehouse canta en contra de la rehabilitación médica, yo asumí como himno inmaculado “el Andén” de la Mala Rodríguez y Bajo Fondo, melodía que no deja de sonar cada vez que prendo mi mp3.

Tengo que aclarar que no me estoy poniendo evangélico fulminante, ni musulmán fundamentalista, solo entendí que no puede ser que tenga 20 años (digamos un poco más) y que no haga ni un tipo de actividad física forzosa, por que digamos que algún tipo de ejercicio hago.

Pero como dijo san Foucault: es esa una rutina de ejercicios o una forma de tortura? es que no sé si uds han visto las maquinas de un gimnasio tradicional, más que ayudarte a moldear las ingratas esquinas de tu cuerpo, son verdaderas trampas asesinas que mastican tus extremidades hasta dejarlas muy adoloridas.

El otro día conocí una nueva maquina. Es tan satánica que da susto acercarse, no sé como se llama, solo he visto que en la parte superior tiene un número: 18. Busqué su significado numerológico pero nada de eso me sirvió. El enemigo estaba ahí y yo no tenia armas en contra de el. Ni siquiera un cawuin mal intencionado podría detenerlo. Así que procedí a utilizarla. Ahí entendí que estaba pagando pecados.

La idea era sentarse sobre ella, poner las piernas en unos rodillos acolchados y apoyar la espalda sobre una estructura metálica desde donde aparecían dos cuernos de envueltos en una tela oscura, la síntesis de una flor carnívora del amazonas.

Al levantar los cuernos, estos hacían que el mecanismo de la maquina se moviera, apretando mis obstruidos abdominales hasta el limite del dolor. Toda una experiencia del otro mundo.

Para que les cuento de los camerinos/ cambiadores de ropa, donde he conocido una gama sin igual de masculinidades colgantes. Diversas, múltiples y hasta asesinamente peludas. Pero para que entrar en el tema de las cochinadas no?

El otro día mientras corría sobre una de esas maquinas que parecen traídas desde Guantánamo e imaginando que me perseguía una patrulla de musulmanes primos de Osama Bin Laden (para hacerlo más real, entonces es: te cansas te matan. extrañas técnicas sicológicas que aprendí con el libro de Noami Klein “la doctrina del shock”, lo que ella aplica a la economía yo lo aplico a mi rutina de ejercicios) empezó en un televisor cerca de mí el video de George Michael “outside”, por lo que cuando volví al baño, pensé que este se transformaría en una pista de baile y ahí todos semi desnudos y sudoroso se toquetearían para el placer de mis pervertidos ojos. Nada de eso pasó. Y me fui con las mismas ganas, pero más cansado, de ver el dantesco espectáculo.

Al final todo es puro espectáculo.