hey, teachers, leave the kids alone!

Hoy tuve que ir a matricular a mi hermano chico.

No sé, desde hace un par de años que no entraba en un colegio y por fin me di cuenta de lo poco que echaba de menos la educación formal, los uniformes y la telepatía del miedo que imponen los profesores de los colegios públicos para con sus alumnos.

Siempre odié ir al colegio. Siempre. Pero no me molestaba aprender, a pesar de nunca haber sido un mateo perno-hoy-militante-de-la-UDI, ni tampoco un porro acérrimo-hoy-dirigente-pingüino. Me gustaba aprender, alucinaba con la historia, la biología, el castellano y el francés, ejem, en esos años, aun se daba.

Pero nunca nada me molestó más, que los profesores satánicos. Esos que de nombrarlos te tiembla el nervio del ojo y claramente, están asociados a las matemáticas, la física y la química en su defecto. No siempre química fue del eje del mal, a veces, dependiendo del año, lograba entender una que otra formula que me acercaba un céntimo más a la naturaleza humana.

Pero hoy, cuando caminaba por las aulas, vi a mi ex profesor de filosofía. Un viejo paupérrimo, hacinado por ideas arcaicas, que defendía a rajatabla el sexo heterosexual (la sodomía debilitaba a hombres y mujeres por igual, según su tántrica teoría) y decía haber sido abducido por alienígenas.

Uno de esos tantos seres humanos, de los que uno dice: ¿por qué siguen enseñando? Ya echó a perder toda una generación que no tuvo ni la más mínima conciencia, ni el menor cuestionamiento.

O en una de esas, esa es la idea. Transformarnos en otro cliché. En otro ladrillo en la pared.


Aclaración al margen. Obviamente le dije a mi hermano que podía dormitar en la horita pedagógica del sujeto en cuestión. Total, no se estaba perdiendo de nada.